Las metanfetaminas y la cocaína han sido desgraciadamente, y siguen siéndolo, un problema grave de salud pública. 

Ambas tienen en común la gravedad y algunos efectos inmediatos biológicos como ansiedad, hipertermia, aumento de la presión arterial, etc. 

Y además una afectación negativa en cualquiera de las áreas de la vida del consumidor.

La diferente vida media de cada sustancia de 60 a 120 minutos en la cocaína, y entre 12 a 24 horas en la anfetamina es un factor de incremento de la sintomatología, pero el índice de retención no varió al respecto. 

Sí que es significativo el hecho de que a más años de consumo intenso, más significativamente estará asociado con mayor duración del tratamiento.

En el artículo sobre Comorbilidad entre trastornos de ansiedad y humor un hecho significativo: el 90% de los individuos, tienen una historia de otro problema psiquiátrico a lo largo de su vida. 

Ello tiene unas implicaciones clínicas con relación a la psicometría, a la farmacología, con la introducción sistemática de los modernos inhibidores de la serotonina y la norepinefrina. 

Asimismo, la comorbilidad implica mayor severidad de los síntomas y aumento del índice de suicidios.

En toxicomanías, la utilización de los diferentes tóxicos buscando efectos ansiolíticos, supone un problema añadido, y en la clínica deberemos tener en cuenta todos los aspectos asociados a la adicción, que una vez más visualizaremos como la punta del iceberg, y que bajo esa fachada se esconden múltiples problemas como en este caso un trastorno comórbido de ansiedad.

El sustrato humano en la enfermedad mental siempre ha sido el campo de batalla teórico sistemático en las ultimas décadas: ¿un acontecimiento externo es determinante por sí solo de enfermedad o tenemos que pensar que la predisposición del individuo es condición si ne quan non? 

En el artículo sobre el trauma se parte de esa idea- el trauma en sí es necesario pero una condición insuficiente para el desarrollo del Trastorno por Estrés Postraumático.