Mi teoría sobre la Psicoterapia
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Mi teoría sobre la Psicoterapia
Mi enfoque de la psicoterapia consiste en identificar, lo más rápidamente posible, la filosofía básica de la vida de los clientes, conseguir que se den perfecta cuenta de lo que es y de que es ineludiblemente autoderrotista; persuadirles de que tienen que desahogarse de sus lastres, de manera cognitiva, emotiva y conductual, y lograr un profundo cambio.
Parto de la base de que prácticamente todos los "perturbados emocionales" en algunas ocasiones piensan realmente de forma tortuosa, mágica, dogmática e irreal.
No es que quieran, deseen o prefieran; es que exigen. No es que pretendan simplemente alcanzar el éxito, el placer o una relación sentimental; es que se empeñan en ser el rey o la reina de mayo: en ser nobles, perfectos, divinos.
Quieren probarse a sí mismos en lugar de ser ellos mismos.
Se niegan obstinadamente a hacer algo para transformar una realidad desagradable, o para resignarse a ella apaciblemente, cuando de verdad es inmutable.
Prefieren decretar que debería, que tendría que ser tal y como ellos quieren; y como consecuencia, se pasan la mayor parte de sus vidas lamentándose, llorando, deprimiéndose, y enfadándose consigo mismos, en cuanto no consiguen que les den la coba que se esperan.
Mi filosofía de la psicoterapia sostiene, dicho de otro modo, que la gran mayoría de los humanos, de cualquier parte del mundo, están mucho más perturbados de lo que debieran, porque simplemente no se aceptan a sí mismos como humanos que son, no infalibes y permanentemente proclives al error.
A menudo, aspiran a ser super-hombres; y como no pueden serlo, y como tienen tendencias innatas y adquiridas a denigrarse a sí mismos (y no sencillamente a sus actos), cuando comprenden que no alcanzan sus ideales ilusorios, se degradan y se califican a ellos mismos de infrahumanos.
Entonces se sienten ansiosos, culpables, avergonzados, inútiles y lamentables.
Así como también suelen tener una baja tolerancia a la frustración, por la inevitable manía de los otros, y por el problema que supone vivir en un mundo implacable y difícil.
Y con sus estúpidos mandatos hacia los demás, para que sean rematadamente amables, considerados, cariñosos y justos; y hacia las condiciones de vida, que deben de ser fáciles, sin esfuerzo ni complicación, no hacen más que convertir sus propios sentimientos, adecuados y naturales de pena, de remordimiento, de disgusto y de irritación, en sentimientos completamente inapropiados, de angustia, de autocompasión, de rabia y de depresión.
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