Para mí el tema de las drogas y la violencia desencadena una revisión profunda e intensa de los últimos 30 años de estos problemas conflictivos y vitales, y en especial de cómo están relacionados entre sí y de qué se puede hacer para reducir sustancialmente tanto el uso de la violencia como el de las drogas.

En 1967, tras finalizar en Harvard la residencia de psiquiatría, y como estaba ya al final de mis dos años de contribución en el Cuerpo Oficial de Servicios Sanitarios Públicos (una alternativa al servicio militar durante la Guerra del Vietnam), me puse a buscar mi primer trabajo fuera de las prácticas de medicina. 

Inspirado por la vida de mis dos héroes, John F. Kennedy y Martin Luther King, me propuse como meta reducir la fuerte criminalidad, que justo entonces empezaba a ser una epidemia. 

Contemplé la aplicación de los principios de salud pública como la mejor de las posibilidades en el trabajo directo con los criminales convictos. 

Le di un giro médico al refrán de la época, atribuido a un ladrón de bancos Willie Sutton, al que cuando se le preguntó por qué robaba bancos respondió llanamente que "por que ahí es donde está el dinero".

Me dije que si podía ayudar a esa gente con los mayores índices de criminalidad, podría ayudarles no sólo a ellos, si no igualmente ayudar a sus familias y comunidades.

Para conseguir ese objetivo, fui a trabajar a dedicación plena al Departamento Correccional del Distrito de Columbia, e instalé un despacho en Lorton, en Virginia, en uno de los centros de prisiones más conocidos del país.

Aunque mis ideas iniciales apuntaban a unas alternativas al encarcelamiento tipo comunitarias, (que requieren un cuidado intensivo dentro del modelo de la terapia comunitaria), me convencí enseguida de que el rápido aumento en la adicción a la heroína era una de las causas fundamentales de la escalada del crimen en la capital de la nación (DuPont 1972, 1971). 

Busqué fórmulas para reducir los porcentajes de uso de heroína en la comunidad, trabajando con los mayores consumidores de heroína, criminales convictos a los que se les daba permiso de salida condicional a la comunidad bajo palabra. 

Siguiendo el tratamiento de multimodalidad iniciado en Chicago por el Dr. Jerome H. Jaffe, con un énfasis primordial en el mantenimiento con metadona, comencé en 1969 el primer programa exhaustivo de tratamiento de la adicción basado en la corrección, mientras trabajaba como jefe del programa palabra de la ciudad (DuPont &Green 1973).

El 18 de febrero de 1970, el alcalde de Washington D.C. me pidió que ampliara mi labor más allá de las correcciones para establecer un sistema de tratamiento para toda la ciudad en el distrito de Columbia. 

De ese modo nacía el Narcotics Treatment Administration (NTA). 

A mediados de 1973, la NTA había tratado a más de 15.000 adictos a la heroína, desde 20 centros de tratamiento localizados por toda la ciudad con un equipo de más de 400 trabajadores. 

Fue entonces cuando el presidente Nixon me eligió como sucesor del eminente Dr. Jaffe para ser el segundo Dirigente de la Droga de la Casa Blanca, y para crear el National Institute on Drug Abuse (NIDA), donde trabajé como primer director de 1973 a 1978. 

Mientras que muchos consideraron que eso era una promoción, yo lo sentí como una gran pérdida al abandonar el cuidado directo de los pacientes a nivel de comunidad, para dedicarme a trabajar en el ambiente burocrático enrarecido del gobierno federal.