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En el artículo Depresión Crónica y Refractaria, se describe sucintamente el tratamiento de elección farmacológico, así como la intervención cognitiva conductual como la más eficaz.
Si algunas estadísticas hablan de entre un 9 y un 31% de pacientes, y un 3-5% de la población general con esta patología, podemos pensar que la depresión crónica y refractaria, como un factor de riesgo de abuso de drogas, durante su largo curso, y en el posible consumo de diferentes tóxicos como búsqueda de un efecto farmacológico, que no sólo no aliviará la evolución de la depresión, sino que causará efectos devastadores en la persona que las consuma, deteriorando su vida psicológica y física.
En relación con el SIDA, en este número hemos querido incluir dos artículos que nos parecen interesantes.
Creemos que las noticias que nos llegan de la nueva generación de tratamientos farmacológicos, sobre todo mediante la terapia combinada con inhibidores de las proteasas, no admiten dudas: en palabras de Luc Montagnier, “no hay razones para no ser optimistas”.
Dichas desde la habitual y responsable cautela máxima, son toda una declaración de principios, o mejor dicho, de un final de etapa hacia una futura cronificación definitiva, y posteriormente el desarrollo de una vacuna, hasta su total erradicación.
No obstante, mientras tanto, en el presente y durante un tiempo largo, la lucha continúa, y por ello, el trabajo en el campo de la prevención, ahora menos que nunca, no debe descuidarse, sobre todo cuando constatamos, una vez más, que los costes económicos y sociales, son mucho menores siempre en el campo de la prevención que en de la terapéutica.
Por ello, hemos seleccionado dos artículos que consideramos complementarios, y que se enfocan desde ópticas distintas.
En el primero se analizan globalmente la eficacia de los programas de prevención de HIV.
En él, se describen y resumen las características generales de los programas de prevención con éxito.
Se desarrollaron en diversos ámbitos, en programas para cambiar conductas de riesgo, así como en personas sin riesgo o bajo riesgo, mediante la difusión de información, cambio de actitud o reforzamiento de las conductas existentes de no- o bajo- riesgo.
En programas para conductas de riesgo, se adaptaron modelos de cambio conductual de etapas de Prochaska y Di Clemente (ver RET nº1).
En general se ha demostrado la eficacia y rentabilidad económica de estos programas conductuales, lo que debe servir para que los poderes públicos amplíen la inversión en programas de prevención que muestran su eficacia.
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