Se han escrito muchos artículos y libros que pretenden demostrar que el psicoanálisis es una forma ineficaz de psicoterapia.

Los terapeutas conductuales, existencialistas, científicos, filósofos racionales, marxistas, y otros muchos tipos de pensadores han defendido que la terapia psicoanalítica se basa en asunciones no verificadas y que es una gran pérdida de tiempo.

Sin embargo, son relativamente pocos los críticos que de manera objetiva han señalado el daño real que puede provocar en una persona someterse a psicoanálisis clásico o incluso psicoterapia psicoanalítica intensiva.

Para presentar y documentar todas las razones principales por las que casi cualquier forma de terapia psicoanalítica es a menudo perjudicial para los pacientes se necesitaría un libro; quizás algún día lo escriba.

De momento, voy a esbozar breve e insuficientemente algunas vías por las que el análisis hace más daño que beneficio.

DESVIACIÓN

Probablemente el mayor daño que el psicoanálisis produce es su tendencia a que desvía a los pacientes de lo que deberían hacer para mejorar y les da una “buena” excusa para no trabajar en ayudarse a sí mismos.

Lo que la gente perturbada debería hacer primero es bastante simple (aunque no es en absoluto fácil); es decir, comprender exactamente cuáles son las ideas irracionales autoderrotistas que creen firmemente y contradecirlas enérgicamente, tanto verbalmente como activamente.

Una de las principales afirmaciones insensatas que normalmente sostienen es, “A menos que sea extraordinariamente competente y popular, y a menos que sea superior a los demás, soy indigno como persona.”

Pueden contradecir con fuerza esta filosofía preguntándose a sí mismos, “¿Por qué no soy válido solo porque muchas de mis obras son pobres? ¿Dónde está la evidencia de que no puedo aceptarme a mí mismo si no agrado a los demás? ¿En qué grado mi aceptación realmente depende del criterio externo?”.

Y ellos pueden luchar activamente contra mis actitudes autoderrotistas actuando incluso cuando no lo hagan demasiado bien; arriesgando la desaprobación social cuando quieren alcanzar un objetivo deseado; y experimentando con ocupaciones potencialmente agradables a pesar de las posibilidades de fracaso y rechazo.

El psicoanálisis aparta verbalmente a los pacientes animándoles a concentrarse en innumerables acontecimientos e ideas irrelevantes: como qué ocurrió en sus primeros años, cómo llegaron a desarrollar el complejo de Edipo, la influencia perniciosa de sus padres no cariñosos, cuál es el significado de sus sueños, cuán importantes son sus relaciones con el analista, en qué grado ahora odian inconscientemente a sus compañeros, etc.

Todo esto puede ser información interesante sobre los pacientes.

Pero no sólo no descubren, sino que a menudo ocultan seriamente, sus filosofías irracionales básicas que originalmente las causaron, y que aún fomentan sus sentimientos y conductas disfuncionales.

Siendo principalmente diagnóstico y psicodinámico, el análisis es de hecho alérgico a la filosofía, y por consiguiente no llega a menudo a las asunciones ideológicas básicas y a los sistemas de valores con los que los humanos crean principalmente sus síntomas.